Atlético sufrió una dura derrota, la segunda consecutiva en el torneo de la Primera Nacional y la primera en condición de local en lo que va de la temporada, al caer por dos a uno ante Deportivo Morón, en el Monumental de Alberdi. Gómez y Berterame marcaron para la visita, mientras que Albertengo había igualado transitoriamente para la Crema.

Mal primer tiempo

El primer tiempo de Atlético fue de lo peor que se le vio en el campeonato en condición de local. Tenía enfrente un rival limitado, que venía de caer como local, con jugadores experimentados, pero con el objetivo inicial de no perder. Ante la baja obligada de Pugliese, Medrán subió a Quiroz unos metros, tratando de aprovechar su pegada, corrió a Oliver al carril izquierdo y formó la dupla de centrales con Colombo y Jappert. Por lo demás, confió en el circuito ofensivo que podían armar Galeano y Capurro, más el poder de fuego ofensivo de Albertengo y Funez.

No le salio nada a los de Medrán. El equipo no encontró nunca un circuito ofensivo aceitado, comenzó a repetirse en pelotazos frontales inconducentes, no aprovechó las pelotas detenidas a favor y chocó una y otra vez la permisividad de Alvaro Carranza, que permitía verdaderas batallas de lucha libre en el área visitante.

De a poco, el Gallito empezó a ver que el panorama se le podía abrir. Atlético no lo incomodaba y el medio crecía la figura de González. A los 22' avisó, cuando Olivares remató libre desde media distancia y Bergia manoteó al córner. A la salida del tiro de esquina vino la apertura. La pelota derivó a la izquierda de la ofensiva visitante, Henry la manejó muy bien y lanzó un buscapié que cruzó toda la ciudadela de Bergia y encontró a Gómez, que antes había ido a buscar el cabezazo, conectando por el segundo palo con un remate que dejó sin chances a Bergia.

El gol de la ventaja de Morón desnudó más a Atlético, que no podía tomar la iniciativa del partido. Galeano fuera de sintonía con Capurro, Funez y Albertengo fajándose en interminables forcejeos con los defensores y ninguna ocasión de riesgo clara. Por contrapartida, Morón se animaba y González sacó otro remate de media distancia que besó el travesaño de Mayco Bergia: hubiera sido un golazo para cerrar el estadio.

El segundo tiempo

En el segundo tiempo, Atlético se paró con otra actitud, aunque no más ideas. Medrán movió el banco en el entretiempo: puso a Merlino por Jappert, bajó a Quiroz unos metros y buscó cortar las libertades de González y Olivares, que le daban tenencia y desequilibrio al Gallito. La expulsión de Machuca dejó con diez a Morón, con más de media hora por disputar. Lo pudo empatar en la más clara oportunidad a los 16', cuando desequilibró Funez y mandó un centro atrás que conectó Galeano, y que fue a reventar el pecho de Rojas.

Once contra diez, la Crema fue a la carga barracas con más cambios ofensivos. Berrondo por Capurro y Vidal por Fissore. De a poco empezó a Atlético a hacer méritos para el empate. Hubo un cabezazo de Oliver que se perdió por poco; un remate de Colombo que Rojas manoteó como un saque de vóley para mandarla al córner; un cabezazo de Vidal sin fuerza a la posición del arquero, y parecía que maduraba el empate.

Sin embargo, la fruta nunca caía. El "movete, Celeste movete..." empezaba a tronar en el Monumental cuando a los 35' llegó el premio a la insistencia. Portillo trepó por izquierda, alcanzó a guapear una pelota que parecía perdida en el borde del offside, remató ante la resistencia de Rojas y Lucas Albertengo la empujó a un muy festejado gol de la Crema.

Con las manos vacías

Duró nada la alegría. Engolosinado Atlético cometió el peor de los pecados: se entusiasmó y se desguarneció completamente. Tanto se engolosinó que un rechazo defensivo terminó en un contragolpe letal de dos contra uno. La condujo Cáceres y la liquidó Berterame, ante un indefenso Bergia.

Fue nocaut para Atlético. Ni el tiro del final le salió, cuando Rojas -figura de Morón- le tapó una bocha increíble a Oliver. Castigo para su malísimo primer tiempo y su falta de eficacia en el complemento, condimentada con su desorden del final, que lo terminó dejando con las manos vacías y una mueca de preocupación enorme de cara al futuro.