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ARA General Belgrano: luego del hundimiento, la historia del humbertino que pasó cuatro días en el mar

Evaristo Ismael Sequeira, oriundo de Humberto Primo, contó a Rafaela Noticias lo cruento que fue el hundimiento del crucero y cómo fueron rescatados. En la nota, los detalles y entrevista completa.
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Evaristo Ismael Sequeira Crédito: RN
Redacción Rafaela Noticias

Por Redacción Rafaela Noticias

Hace 42 años, el domingo 2 de mayo de 1982, la flota argentina en la Guerra de Malvinas sufrió el golpe más cruento en el conflicto. El hundimiento del crucero ARA General Belgrano, atacado por un submarino enemigo, dejó 323 muertos.

El buque había sido enviado el 16 de abril a la zona, como parte del Grupo de Tareas 29.3, junto con los destructores ARA Piedrabuena y ARA Bouchard. Partió desde la Base Naval de Puerto Belgrano y tenía la misión de atacar a los buques ingleses que arribaran a las Malvinas.

Evaristo Ismael Sequeira, oriundo de Humberto Primo, fue uno de los tripulantes que estuvo en la gesta y contó a Rafaela Noticias los detalles de aquel duro momento.

Al llegar la fecha del 2 de abril, Sequeira expresó que “es muy duro, pero siempre probamos llevarlo adelante por la familia y por una cosa o por la otra. Yo siempre dije, no es tanto por mí, son por los compañeros que quedaron. Éramos todos chicos de 18 años en ese momento, pero queríamos a la patria”.

El momento de ir a las Islas Malvinas

“Nos tomaron un examen de tiro y un capitán me dijo ‘tirale a errar a la faja’, pasa un avión con una faja, y me dice ‘tirale a errar’, porque en todos lados siempre estuvo la envidia del Rosarino con el Santafesino. Tiran unos chicos Rosarinos y de 10 pegan 7. Mi compañero dice, no puede ser que nos ganen, pero no era por … teníamos 18 años y pegamos 9 nosotros. Así que, al otro día a la mañana me nombran, porque yo en ese tiempo era dragoñante de primera, artillero, me llaman en la plaza de armas e iban nombrando. Paso al frente y me dice, ‘a preparar la bolsa de equipo, salen en comisión’”, relató inicialmente.

Los hicieron buscar una bolsa de equipo y fueron al crucero. El ARA General Belgrano “ese año daba la vuelta al mundo, porque después se despedía de la Argentina, se iba a Japón, porque Japón lo quería para hacer un museo”, contó y recordó que había sido el único buque que sobrevivió a la batalla de Pearl Harbor en Japón, contra los ingleses.

Y continuó: “Yo no estaba solamente embarcado en el crucero, a nosotros nos llevaban de buque a buque”. Con la creencia de que “iban a dar vuelta al mundo”, zarparon y estuvieron casi 20 días hasta llegar a la Isla de los Estados. “Teníamos siempre dos escoltas, el Piedrabuena y el Bouchard, siempre cerca”.

Luego volvieron al continente, a Ushuaia, para abastecerse -carne, verduras, etc-. Unos 400 hombres cargaron municiones y, en palabras de Sequeira, vaciaron la cárcel que se encontraba en Ushuaia. “Fuimos de vuelta a la isla de los estados, cuando llegamos a la isla, nosotros no sabíamos lo que íbamos a hacer (…) esa tardecita nos dijo un capitán, que era cura, que íbamos a Malvinas, porque Malvinas estaba en guerra. Nosotros ya por los chismeríos habíamos sabido que lo habían traído al capitán Giachino (primer fallecido de la gesta)”.

El Ataque al ARA General Belgrano

“Ese día nosotros estábamos en el montaje y a las cuatro de la tarde nos dan el abandono del montaje. Porque no había sentido, no captaron ni un sonido (…) Entonces, se dio por abandono del montaje. Yo bajo y encuentro a muchos compañeros. Encuentro a un compañero de Ataliva porque era mi radarista, compañía Nácar. Me dice, ‘¿dónde va negro?’, ‘me voy a tomar mate cocido’. Y bueno, cuando yo llegué, yo no tenía sollado como ellos yo dormía en el sollado de cadete que habíamos 12 nomás. Y cuando entré, se siente la primera explosión. Que la primera explosión le pega al crucero de la punta, que sería del buque, donde le corta 16 metros a la altura de los trancaniles. Los trancaniles son unas coronas grandes que llevan la cadena a las antenas que van abajo a las anclas. Y junto con eso se cierran las puertas. Las puertas son automáticas, se cierra para no dejar entrar agua…”.

A pesar que las puertas se habían cerrado y no las podían abrir desde adentro, Evaristo dijo que no hubo pánico, “siempre callados”. Un compañero que lo apodaba Murdo, lo cargó en los hombros para encontrar el tambucho de escape. “Yo fui tocando y lo encontré”, contó, pero con el movimiento del buque era imposible. Inmediatamente, pega el segundo torpedo que le da en máquina, “donde se calcula que levantó siete pisos para arriba, ese fue la matanza grande”. Hacia abajo, fueron aproximadamente cuatro, casi llegando a lo que llamaban Santa Bárbara, donde se cargaba la munición.

“Lo abrí [al tambucho]y salí, me fui colgando con las manos, mi compañero se colgó de mis piernas y así salimos todos nosotros”. En el medio de la explicación, dio a conocer que estuvieron casi un mes y medio sin bañarse, con la misma ropa, “sin sacarnos los zapatos, los botines, ni el chaleco ni el casco dormíamos así nosotros”, ante cualquier alarma.

Junto a sus compañeros, subieron hasta la camareta de oficiales que se encontraba abajo en la casilla de comando. “Ahí salimos, y yo me acuerdo, estaban las mesas de los oficiales, que tenían el platito con dulce, las masitas y todo, porque también estaban por tomar el té”.

Cuando salimos, nosotros salimos por la casilla de comando, también por un Tambucho, ahí fue feo, ahí fue feo, porque se veía lo que vos no querés ver y lo que no querés hablar”, dijo, al tiempo que recordaba y se llevaba las manos hacia los ojos.

Pese a que el guindola pudo ver los torpedos que se acercaban al buque, no hubo a tiempo de respuesta. Cuando tocó el momento de armar la balsa, se encontraban a unos 30 metros del agua. “Los primeros se tiran arriba de la balsa, yo no, yo fui uno de los últimos que me tiré. Tenía un cabo que lo iba llevando junto, que estaba quemado. El comandante Goncho grita que lo deje, que lo deje, que lo abandone, que me salve yo”. En esos momentos se cae de espalda por el golpe de una ola y terminó en el agua. Sus compañeros lograron tomarlo y lo subieron a la balsa. “Yo me hacía así [pasaba la mano por el pelo]y se me hacía hielo el pelo”.

“Esa tarde, nos atamos 500 balsas, para hacer el espejo naranja más grande. Pero qué pasaba, las olas eran tan altas, de 30 metros venían y nos entraban, nos levantaban, los que era tanto el peso, más la cantidad, nos tumbaba. Aquellas balsas nos iban cayendo arriba, entonces nos hacían un rolo, los que quedaban abajo, morían por hipotermia, ahogados. Nos soltamos. Al otro día seguía malo (…) empezamos a sacar el agua con los gorritos, porque no tenía nada, estaba descalzo, empezamos a sacar agua con los gorritos y no vimos ni una balsa. Gritábamos y no escuchábamos a nadie, más que el mar”.

Mirá la nota completa:

Evaristo Ismael Sequeira, veterano de guerra
Ara General Belgrano 42 años malvinas Islas Malvinas

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