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Opinión

Arquitectos de nuestro propio destino

Las últimas décadas, los gobernantes influían sobre la actividad de las personas. Los ciudadanos no queremos que nos ayuden, deseamos que nos dejen producir, trabajar y comerciar, sin la presión del Estado. Por Guillermo Briggiler.

Durante las últimas décadas, la conducción económica del país intentaba por distintas vías influir sobre la actividad de las personas. Esto se hacía por diferentes vías, subsidios a la energía, al transporte, prestaciones sociales, planes y subsidios para personas y actividades.

Para mantener las mismas, ampliarlas y tratar de mantenerlas actualizadas, se llevó la presión impositiva a valores insoportables, que tientan a la evasión y ponían al país entre las economías con mayor opresión sobre los contribuyentes. Esta situación de intervención en la microeconomía hacía que se desordene la macro, motivo por el cual se escapaba el tipo de cambio, las reservas del BCRA se resquebrajaban, el país no crecía y la inflación coqueteaba con convertirse en híper.

Todo se invirtió con el cambio de gobierno, actualmente se busca ordenar la macroeconomía y dejar de intervenir en la micro. De aquí que vemos que, por primera vez en mucho tiempo, las cuentas fiscales y la balanza de comercio exterior, muestran ambas superávit. Los famosos superávits gemelos que nunca debimos perder. Claro que para lograr esto se derrama sangre y

sudor de los ciudadanos que deben readecuar sus economías a un nuevo modelo. Un modelo donde las tarifas por servicios públicos recuperan el valor de mercado y producen una transferencia de recursos de los usuarios que ahora pagan más por estos y deben sacrificar otros consumos o capacidad de ahorro.

La conducción anterior con el afán de mostrar que entregaba pseudo derechos a los ciudadanos a través de transferencias de fondos y subsidios, gastaba más de lo que podía y se endeudaba para continuar, luego agotadas las fuentes de endeudamiento y con la imposibilidad de subir impuestos, recurrían a la emisión monetaria que devolvía inflación a los supuestos beneficiados con dichas políticas.

Actualmente, con el festejado trimestre con superávit fiscal (el primero en décadas) y la suspensión de emisión de moneda sin respaldo, nos encontramos frente a un escenario de dólar estable, inflación a la baja, tasas bancarias en descenso y la vuelta al mercado del crédito hipotecario para compra de viviendas a largo plazo, que a nuestro entender es caro todavía, pero al menos dice presente.

Estos datos de estabilidad macroeconómica ya nos van mostrando una mejora en la situación del ciudadano argentino y se le suma la promesa que a medida que continúe mejorando el superávit fiscal, se irán reduciendo impuestos, que redundará en una mejor situación financiera de cada ciudadano, ahora desde la baja de impuestos y no desde los subsidios del Estado. En lugar de quitarte coercitivamente el dinero para devolvértelo de la manera que al gobernante le parezca, será menor el saqueo por impuestos del Fisco. La era del estado presente ha terminado, porque llevó al 60% del país bajo la línea de pobreza, por lo que esa política fracasó.

Esta semana se conoció que la inflación núcleo de las últimas 4 semanas fue del cero por ciento, leyeron bien, cero. Se reconoce como inflación núcleo a aquella porción del aumento general de precios que tiende a sostenerse en el más largo plazo, en contraposición de las variaciones que se relacionan a factores más vinculados a la coyuntura. Esta distinción entre grupos de bienes se encuentra muy relacionada al modo en que se fijen los precios de cada mercado, si se hace de modo “libre” o si se debe en todo o en parte a una decisión política (como ser el caso de las tarifas públicas como la electricidad o el agua, o de bienes con alto porcentaje de impuestos, como los cigarrillos); o si se tratan de alzas o bajas abruptas pero de corta duración, como suele suceder con los bienes más estacionales como frutas y verduras. Quitando estos bienes del índice de inflación, este daría que permanece invariable.

Se nos muestra de esta manera que una vez desaparecidos los desequilibrios por ajustes de tarifas, medicina prepaga y otros estacionales, la inflación va a desaparecer y las demás variables macro, el tipo de cambio y la tasa de interés se estabilizarán definitivamente.

De esa manera podremos ser arquitectos de nuestro propio destino, esperando de la conducción económica que ordene las variables macroeconómicas y deje la microeconomía para nosotros, sin ayudarnos, pero sin perjudicarnos tampoco. Los ciudadanos no queremos que nos ayuden, deseamos que nos dejen producir, trabajar y comerciar, sin la presión del Estado sobre nuestras actividades.

 

Guillermo Briggiler economía Opinión

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